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Red Solidaria "Escuelitas Salteñas" - El Palomar


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sommer dijo el 10/7/06:
EL PALOMARDespués de haber hecho una reseña sintética de nuestro viaje a Salta, les relataré más detalladamen-te las visitas a cada una de las escuelitas. Comenzaré por la última , ya que la omití inadvertidamen-te. Escuela 4756 “El Palomar” – Localidad “El Palomar” – Dto. Rosario de Lerma – Salta.Partimos desde San Antonio de los Cobres por la mañana temprano. Después de unos cuantos kiló-metros de asfalto, nos internamos en un sendero casi intransitable y pedregoso; entre pronunciadas subidas y bajadas, cruzando algunos arroyos, que si no hubiera sido por la seguridad con que el gendarme nos instaba a seguir, experto conocedor del camino, probablemente nos hubiéramos detenido allí mismo. En el trayecto encontramos a Ceferino, un lugareño de edad incalculable, que con su bicicleta cargada de bolsas conteniendo azúcar, harina y comestibles varios, producto del trueque que había realizado con cuero de sus cabritos subía lentamente empujando su carga. Paramos y lo invitamos a subir a la caja de la camioneta, lo que aceptó gustoso. Después supimos que si no hubiera sido por ese fortuito encuentro, hubiera llegado de noche a su ranchito, después de caminar durante todo el día entre escarpadas montañas a 4000 metros de altura.Por fin llegamos a la escuelita del Palomar. No es caprichoso su nombre, ya que queda bien arriba, en la punta de un cerro.Por supuesto no nos esperaban. ¡Qué alegría la de esos chicos y esas dos maestras!. Gladys y Mónica. La escuelita de adobe, sin más vegetación que las matas de tola. Y el viento… tan fuerte que a veces no nos dejaba caminar. Pero eso sí, allá en el mástil, flameando en esa inmensidad…las dos banderas, la argentina y la salteña. A media asta…pero no por motivo de duelo, sino porque de otra forma el viento las haría jironesLos chiquitos revoloteaban a nuestro alrededor, y todos nos querían tocar y besar, felices con nuestra llegada, y ese afecto tan grande y espontáneo que nos daban, nos impedía hablar por el nudo que se nos hacía en la garganta. ¡Qué emoción tan grande teníamos todos!Luego, orgullosamente nos mostraban su escuelita…y sus logros. Todos esos chicos que al llegar no sabían comer con cubiertos, ahora cada uno de ellos con su cepillo de dientes, corriendo se dirigían al pequeño río después de almorzar. Las aulas de adobe adornadas con láminas de colores y dibujos. Y la escuelita creciendo con el esfuerzo de todos. En fin esas dos maestras despertaron nuestra admiración; allá arriba…tan solas, tan valientes, y tan llenas de amor. Y también los padres, con la clara conciencia del enorme valor de la educación para sus hijos, separándose de ellos durante toda la semana, y caminando enormes distancias para llevarlos hasta allí.Y sí… Necesitan de todo…Sábanas, fundas, frazadas (hace tanto frío cuando se oculta el sol, que si queda alguna ropa tendida, no se puede doblar, porque se quiebra como un vidrio). Toallas , dentífrico, pelotas, juegos, velas, linternas, CD y cassettes, cotillón, ropa, calzado…Tienen dos paneles solares los que les proveen de electricidad para algunos sectores. No donde duermen las maestras, porque ese lugar está más alejado. Tampoco hay baños. Solo dos letrinas.Nos invitaron a almorzar, celebrando nuestra visita. Y comimos un rico salpicón de verduras, pollo y charqui (carne salada y seca). Luego una sopa de frangollo (maíz blanco cortado). Todos muy cómodos dentro del aula, al abrigo del fuerte viento que silbaba afuera.Y así llegó la hora de partir…Nos demorábamos entre abrazos y saludos, conteniendo trabajosa-mente las lágrimas, cuando las dos maestras comenzaron a reunir a todos sus chicos al lado del mástil, y todos a coro, con una sonrisa en sus caritas curtidas por el viento nos daban las gracias cantando una canción… Entonces todo esfuerzo fue inútil; sin poder contener tanta emoción, nos despedimos prometiéndoles que no los vamos a olvidar. ¡Y no los vamos a olvidar! Silvia Sacchiero

 


 
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