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Salta Miércoles 8/8/2018

Una excursión a la tierra de los cardones

Un parque nacional salteño poco visitado con la mayor diversidad de cactus en el país, huellas de dinosaurios y más tesoros no tan ocultos

A 60 km de Cachi, por la cuesta del Obispo, el camino asciende zigzagueante por una quebrada de imponente color rojo, hasta llegar al Valle Encantado. En el último mirador antes de ingresar al Parque Nacional Los Cardones, situado a 3400 metros de altura sobre el nivel del mar, las nubes se ven a nuestros pies.

Sí, al completar el ascenso por la ruta 33, tras atravesar barrancos y precipicios, el cielo es completamente celeste. En el mirador Piedra del Molino las nubes se ven debajo, en la fuga del horizonte. A los lados, las montañas cambian de colores: los rojos ahora van en degradé: rosa, lila, crudo, blanco.

En estas formaciones rocosas se yerguen los cardones: parecen vigías verdes en medio del desierto. Hay más de un millón de estos ejemplares, de 17 especies distintas, en el interior de esta área protegida de 64.117 hectáreas. Aquí se pueden ver los más diversos cactus: los hay desde pequeños al ras del suelo hasta de diez metros de alto. Hay plantas jóvenes y hay de seiscientos años Todos crecen al amparo de jarillas, unos pequeños arbustos que los cobijan como plantas nodrizas en sus primeros años de vida.

En primavera, los cardones dejan ver unas flores pequeñas, rosadas, color arena o amarillo. Ahora, en invierno, solo se ven las espinas que a lo largo de miles de años reemplazaron a las hojas en la evolución de la especie por sobrevivir al desierto.

Debajo del cardonal hay ríos subterráneos. Las plantas buscan el agua por eso muchas veces sus raíces son más largas que la altura que desarrollan sobre el terreno.

El parque nacional tiene cuatro eco regiones: pastizal de altura, puna alto andina, monte sierras y bolsones. Cien mil turistas circulan cada año por este parque nacional. No todos saben que la ruta provincial 33 que une Salta Capital con Cachi ingresa en un parque, ya que no se cobra por transitar por allí.

El camino por la ruta provincial 33 tiene varios senderos adyacentes. El desvío por la ruta 26 bis hacia el Valle del Tonco es acaso el más bello. El paraje denominado Paleta del Pintor es uno de los lugares más lindos del parque, según Emilio Daher el guardaparque.

El valle del Tonco acaso solo guarda un tenue parecido con el Cerro de los Siete Colores de Jujuy. Pero oculta en su interior algunos otros secretos: hay al menos 50 huellas de dinosaurio. Las andadas, unas 50 huellas sobre la formación Yacoraite, corresponden a hadrosaurios, o dinosaurios pico de paro, especie extinta entre 60 y 70 millones de años atrás.

El lugar donde se hallaron las huellas está en altura. No se puede visitar aún, hasta que terminen de trabajar allí los paleontólogos y los restos queden debidamente conservados.

Pero nada opaca la belleza singular del valle de rocas rojas, violetas, anaranjadas, lilas, rosas, verdes y amarillas. Aquí, a tan solo 60 kilómetros de la localidad de Cachi, el desierto es multicolor.

En otro de los desvíos de la ruta provincial 33, por la ruta provincial 42, el paraje Los Colorados es acaso tan inverosímil como el Valle de Tonco. Es un valle de cardones rodeado por los cerros Del Overo, Perayacú y Apechata. De fondo se ven los cerros Nevado de Cachi y Palermo, con los picos blancos por las primeras nieves.

Es un paraje en altura, que tiene como vista un inmenso cañadón colorado donde sobrevuelan cóndores andinos. En tierra, se avistan zorros, manadas de guanacos. Y en los cerros es posible encontrar pájaros carpinteros de las rocas.

En toda el área protegida se destaca la diversidad de cactus. Se trata del sitio con mayor diversidad del país y una de las más altas del mundo. Algunos ejemplos son el híbrido natural Trichomoza roseinflora, que crece casi exclusivamente en este parque nacional. O el pequeño cardoncito Trichocereus smirzianus, un endemismo del pastizal de altura de los valles calchaquíes, que está escasamente representado en el área, explica José Paz, otro de los guardaparques de la zona.

Hay incluso una leyenda sobre el cardón, creada por los pueblos originarios de los valles calchaquíes. Según la historia, la bella Pasacana y Kehuaillu compartían un amor reprobado por el cacique Inka, padre de la joven. Ante la oposición del cacique la bella doncella y su amante huyeron. La Pachamama les ofreció protección: envolvió al joven en un poncho verde, que fue luego cardón, y este cobijó allí a su amada, que se convirtió en su fruto. Esta asoma cada primavera convertida en flor, sostiene la leyenda inmortalizada por kakanes y calchaquíes.

En otoño e invierno, cuando solo se ven los cardones verdes, el parque ofrece descanso del estrés de la ciudad a los turistas que llegan desde el mundo entero, y pernoctan en los apacibles y pequeños poblados vecinos de Payogasta y Cachi.

Desde allí es posible hacer múltiples excursiones todas vinculadas a la naturaleza: por ejemplo escalar el Nevado de Cachi, un desafío para montañistas expertos que toma entre cinco y siete días para ascender hasta 6380 metros de altura.

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