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Ischigualasto, un viaje a la prehistoria

Variedad de postales diferenciadas por la combinación de clima extremo, vientos, agua y tiempo

San Agustín del Valle Fértil, portal de servicios para las excursiones a Ischigualasto. Lo ideal es partir a la mañana o bien por la tarde, la visita es de organización sencilla: después de comprar las entradas, los autos se disponen en hilera frente al ingreso y esperan la llegada del guía, que encabezará la caravana subido al primer vehículo. La afluencia varía mucho según la época del año: Semana Santa, vacaciones de invierno y fines de semana largos previos al verano pueden ver realmente una larguísima fila de autos serpenteando entre los senderos (usualmente al llegar a los 30 se limitan las salidas).

La visita clásica invita a adentrarse por uno de los paisajes más bellos de la Argentina, una superposición de rocas de diferentes colores que es lo más parecido que aquí en la Tierra se imagina sobre la vida en otros planetas. Los expertos pueden “leer” este panorama, explicando la formación de nuestro mundo hace más de 200 millones de años y cómo era la vida en aquella era de los dinosaurios (mucho antes de los patagónicos y por lo tanto más pequeños). Cada parada es una postal diferente dibujada por la combinación de clima extremo, vientos, agua y tiempo: la Cancha de Bochas, cuyas rocas esféricas van a apareciendo del suelo a medida que avanza la erosión; el Submarino, ahora con un solo periscopio; el Centro de Interpretación, que ilustra a los visitantes sobre la geología, el clima y los dinosaurios que habitaron el suelo sanjuanino (recorrerlo no invalida dedicarle tiempo también al museo de la entrada, donde hay réplicas y esqueletos fosilizados de los saurios del Triásico). Finalmente se llega al Hongo, la famosa formación de color arenoso que se levanta contra una pared intensamente roja... como las murallas de Talampaya, que forma un mismo sistema geológico con Ischigualasto. Es la hora de las mejores fotos –sobre todo si la visita es por la tarde– y de asombrarse frente a las dimensiones de esta formación gigantesca que un día, también, desaparecerá fruto de la erosión. Es un proceso natural y esperado, pero los guías advierten que en las cercanías ya se está formando un nuevo hongo. Los tiempos de la naturaleza hacen pensar que probablemente ninguno de los presentes hoy llegue a verlo, pero allí estará para que sigan asombrándose las generaciones futuras, herederas de estos paisajes y de aquello que las precipitaciones y los vientos quieran modelar con ellos.

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