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Villa Unión Viernes 27/10/2017

El Avión de Laguna Brava

Una historia inesperada a mas de 4000msnm

En medio de la belleza salvaje de la puna Riojana, custodiada por los imponentes volcanes Veladero, Bonete y Pissis, cientos de flamencos y guanacos habitan este lugar conocido como Laguna Brava. Sorprende también encontrar un habitante silencioso, una mole de 20 toneladas que refleja el brillo del sol y llama la atención en medio de tanta naturaleza.

Es un avión Curtiss Commando C-46 F, que perteneciera a la compañía argentina Aerolíneas Carreras, matrícula LV-HIJ. Con una envergadura de 23,3m y un largo de 32,9m, era impulsado por dos motores a pistón Pratt&Whitney de 18 cilindros y 2000 HP de potencia cada uno.

El 30 de Abril de 1964, despegó desde Copiapó Chile, con rumbo a Córdoba. Transportaba desde Perú 8 yeguas pura sangre preñadas. Pero a las 9hs, justo cuando cruzaba el límite internacional, uno de los motores se averió y tuvo que realizar un aterrizaje de emergencia en el suroeste de la Laguna. La pericia de los pilotos permitió salvar a los 6 tripulantes, la mayoría de las yeguas y dejar la nave casi intacta.
La tripulación tuvo que pasar una noche con 30 grados bajo cero y sin provisiones, hasta que los rescataron al segundo día.

La compañía de seguros estimó los daños del avión en sólo un 20 por ciento, pero dado que su rescate era dificultoso (implicaba llevar un nuevo motor para reemplazar el averiado, ponerlo sobre ruedas y despegar de la irregular superficie salina), se decidió venderlo como chatarra. Fue adquirido por un minero de Villa Unión, don Félix Martínez, quien subió hasta la Laguna en dos Ford canadienses guerreros de doble tracción. A fuerza de hacha y soplete de acetileno, el aluminio y los motores fueron cortados en pedazos, cargados en los camiones y bajados a Villa Unión, donde aún hoy quedan algunos rezagos.

Se cuenta que en unos compartimentos del avión había un cargamento de radios portátiles Spica, a pila y con su tradicional estuche de cuero, que no funcionaban. Se había quitado un transistor a cada equipo de modo que si las autoridades incautaban la mercadería y era enviada a remate público, no tuviera valor comercial debido a que no funcionaban. Se rematarían entonces por una base mínima, y alguien avisado de la maniobra podría adquirirlos oficialmente, y hacerlos funcionar colocando el transistor faltante.

El destino de las yeguas también evoca leyendas. Una de ellas murió, y su cuerpo permanece momificado en las aguas salobres. Otra tuvo que ser sacrificada por sus graves heridas, y parió un potrillo que nació muerto. Otras fueron liberadas pero no pudieron atravesar la salina y murieron allí. Se dice que sólo sobrevivió una, y que hoy en día, en los alredededores de la Laguna, pueden verse potrillos salvajes de gran porte que serían sus descendientes.

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