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Hay lugares que están predestinados a ser importantes en la historia, por más que sólo ocupen un puñado de kilómetros cuadrados. Ese es el caso de Martín García, una isla de 185 hectáreas, pequeña en dimensiones pero cuna de muchos sucesos históricos que agigantan su figura.

 Olvidada por años, hoy es un lugar ideal para el miniturismo de la región y merece ser visitada. A tan sólo 37,5 kilómetros de la costa argentina, llegar a ella implica un par de horas de navegación o un vuelo de 15 minutos (foto) desde el Aeropuerto de San Fernando. Situada en el Río de la Plata, está rodeada al este por el Canal de Infierno y al oeste y al sur por el Canal Buenos Aires.

 Se originó hace 1800 millones de años como un conjunto de rocas más sólidas que las islas aluvionales del Delta del Paraná. Fue descubierta en 1516 por la expedición de Juan Díaz de Solís en una historia muy singular. El desembarco se produjo para enterrar al despensero de la nave, uno de los tripulantes más queridos, quien había muerto a bordo. Como se llamaba Martín García, don Solís decidió no sólo dejar su tumba sino también bautizar el lugar con su nombre. Su posición estratégica motivó una permanente disputa política, militar y comercial. Fue litigio entre Argentina y Uruguay hasta 1973, en que se firmó el tratado del Río de la Plata y su frente marítimo, declarando a la isla de jurisdicción para la Argentina. A partir de ese momento dejó de ser base naval y pasó a ser de explotación turística. Fue declarada monumento histórico y reserva de flora y fauna.

 Es lo suficientemente húmeda como para albergar una vegetación extraordinaria: allí se encuentran selvas en galería y la típica flora y fauna del delta. Existen más de 800 especies entre plantas y árboles, que varían según el ambiente: ceibo y espinillo en los bosques; coronillo en el arenal e higoneras por todas partes. Al norte de la isla (foto), junto a la pista de aterrizaje, hay una reserva ecológica, a la que no está permitido ingresar, pudiendo observarse en ella ciervos, nutrias y miles de pájaros que habitan su contorno. Hay más de 200 especies de aves que pueblan la isla.

 Quizás este paisaje tan particular haya sido una de las razones para que el Doctor Luis Agote (foto) eligiera la isla para realizar sus investigaciones, que le permitieron lograr la primera transfusión de sangre de la historia. Agote también fue uno de los directores del Lazareto o centro hospitalario, que atendía a los enfermos de fiebre amarilla y otras epidemias. El edificio, fundado en 1886 y que funcionó hasta 1915, es una de las visitas obligadas del circuito turístico, que recuerda el lugar donde los inmigrantes, a principios del siglo XX, cumplían con una cuarentena antes de ingresar al país.

 En la época de la colonia, el lugar era ideal para albergar a los presos más peligrosos de la ciudad de Buenos Aires y de la vecina Montevideo. Nadie podía escapar de ella, ya que allí el Río de la Plata se vuelve bravo, y el Uruguay desagua con tanta fuerza que es imposible cruzarlo a nado. Los presos trabajaban en las canteras de granito (hoy inundadas por una laguna llena de plantas acuáticas) y su producción de adoquines sirvió para dar origen a las calles de lo que hoy se denomina el casco histórico de la ciudad de Buenos Aires, sobre todo la calle Defensa. Pero no sólo presos comunes albergó la isla. Fue pensada también para mantener incomunicados a distintos líderes políticos: Hipólito Irigoyen, Marcelo T. de Alvear, Arturo Frondizi y Juan Domingo Perón (foto). Aunque este último estuvo detenido sólo 3 días; el día de su liberación fue el histórico 17 de Octubre de 1945, uno de los hechos que cambiarían para siempre la historia del país. De la isla salieron las cartas que dieron instrucciones precisas a Eva Perón para el famoso levantamiento popular conocido como el “Día de la Lealtad”.

 Ya antes Martín García había sido testigo de numerosos combates. Uno de los más importantes fue en el que el Almirante Brown pudo vencer a la Marina española. Muchos años más tarde, en diciembre de 1939, se produciría el hundimiento del acorazado alemán "Graf von Spee" (foto) derrotado por naves inglesas en la famosa batalla del Río de la Plata durante la Segunda Guerra Mundial.

 Hacia el oeste de la isla se pueden descubrir los 22 “álamos Carolina” perfectamente plantados a distancias equidistantes por Sarmiento, quien se escapaba de Buenos Aires debido a sus problemas de salud. Cuando Domingo Faustino Sarmiento desembarcó en la isla grabó en una roca el nombre de "Argirópolis" (ciudad del plata), título de una de las obras que escribió desde su exilio en Chile en 1850. En ella describe su utopía de crear los Estados Unidos del Río de la Plata o de América del Sud, integrados por Argentina, Paraguay y Uruguay, siendo elegida Martín García como la capital de esa hipotética nación. En su imaginación quiso demostrar la posibilidad de instalar en ella un centro urbano adecuado y con todas las comodidades que poseen las grandes ciudades. Y la historia no da tregua en la isla.

 El resto de las antiguas construcciones también tienen un pasado asombroso: la ex Batería Buenos Aires (foto), erigida en 1864, con sus cañones centenarios; la casa que habitó el poeta Rubén Darío y en la cual compuso su famosa obra “La Marcha Triunfal”; el Faro para la navegación de los ríos Paraná y Uruguay construido durante la presidencia de Roca; y la Capilla Nuestra Señora del Carmen, construida por familias enteras de indígenas que habían sido desterrados a la isla luego de la expedición a la Patagonia. A su lado se levantó el Teatro Urquiza. En esta isla los proyectos fueron inclasificables, desde la fundación de una ciudad de utopía sarmientina, a la construcción de un infranqueable búnker para el almirante Isaac Rojas, pasando por un complejo de departamentos con vista a la costa uruguaya proyectado por integrantes de la última dictadura militar, hasta el hotel de cinco estrellas con cancha de golf planeado por el menemismo. Nada de todo esto se concretó. El dato anecdótico más sorprendente, sin lugar a dudas, es el que se reserva otro de los lugares emblemáticos de la Isla, la panadería “El Rocío”, en donde se dice que se fabrica el más sabroso pan dulce, a cuya fama contribuyó el aviador y ex presidente Carlos Menem, quien solía volar con cierta frecuencia hasta la isla para llevarse unos cuantos.

 Son múltiples los servicios y actividades que el visitante puede encontrar y desarrollar. El pescador al comenzar los primeros fríos puede capturar importantes piezas de pejerrey, bagres, paty y al llegar la primavera las tarariras y las bogas hacen su aparición manteniéndose durante gran parte del año. Para hospedarse, existe hotelería y un camping con albergues; servicios de restaurante, comercios de ramos generales, servicio telefónico, correo e Internet. La isla cuenta con generación de electricidad durante las 24 horas, planta potabilizadora de agua y una unidad sanitaria de atención permanente. A diferencia de otros años, cuando llegar hasta la isla era sinónimo de cárcel o confinamiento, hoy el viaje hacia Martín García se ha convertido en un verdadero placer. Cuesta entender, luego del paseo, por qué esa tierra tan cercana a Buenos Aires fue siempre un lugar de difícil acceso. Y ahora que se descubre tan a mano, los visitantes se llevan de allí una lección de historia argentina concentrada en unas pocas hectáreas.

Hasta el próximo número!


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