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La Argentina indígena no sólo forma parte de la historia. Diversa y numerosa, su importancia ha sido mayor que la que cuentan muchos libros. Los descendientes de los pueblos originarios están hoy entre nosotros dispuestos a darse a conocer.

 En el país hay más de 400 mil indígenas, representados en 22 pueblos diferentes. Las comunidades mapuche, kolla, toba y wichí representan el 66,2% del total. El trabajo realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Censo (INDEC) revela que el pueblo más grande es el mapuche, con un 26%, y los más pequeños: el chulupí, tapiete y ona. Estos datos están comprendidos en la primera encuesta a nivel nacional en su historia que el Estado logró completar y publicar en agosto de 2006. Para ello empleó censistas que debían ser aborígenes, los cuales visitaron durante un año y medio 57 mil hogares de todo el país. Una visita a estas comunidades no significa ver al indígena de las fotos viejas con el arco, la flecha y una pluma en la cabeza. Lo auténtico y atractivo es conocer su relación con la naturaleza, escuchar sus relatos y entender la particular cosmovisión que tienen del mundo, a pesar de que se presenten vestidos con la ropa de los “blancos”.

 Lo que se conoce como Gran Chaco (foto) ocupa parte de las provincias de Santa Fe, Chaco, Formosa, Salta y Jujuy. Chaco es una palabra de origen quechua que significa 'territorio de caza'. La región nuclea hoy a la mayor cantidad de etnias del país (7). Son Tobas, Pilagás, Mocovíes, Wichis, Chorrotes, Chulupies y Chiriguanos-Chanés, que subsisten con sus formas de vida originarias, manteniendo los patrones comunitarios y alternando con la realidad de los contextos regionales en los cuales se asientan. Toba es un término del guaraní, que significa "frente", denominación asociada a la de los "frentones" conferida por los españoles por la costumbre de los guaykurues de raparse la frente ante la muerte de un familiar. Los tobas son el grupo más proclive a trasladarse. La pérdida de sus tierras ancestrales hace que hoy se encuentren asentados en comunidades o en los alrededores de las ciudades.

 En la provincia de Chaco están distribuidos en Resistencia (foto), Quitilipi, Machagai, Sáenz Peña, General San Martín, Juan J. Castelli, Miraflores y Pampa del Indio. Uno de los principales es el Barrio Toba ubicado a 3 km de Resistencia. Asistidos desde 1961 por una filial de la Cruz Roja, ocupan los terrenos del ex ferrocarril. Actualmente conviven entre adultos y niños aproximadamente 2 mil aborígenes, quienes formaron una cooperativa artesanal donde ofrecen sus trabajos. Hace más de 35 años comenzaron a llegar al conourbano bonaerense, expulsados de su lugar de origen por la falta de tierras, la tala indiscriminada de los bosques y del monte, el monocultivo (especialmente de la soja) y las tierras dedicadas al pastoreo. En Buenos Aires el asentamiento más antiguo es Villa Iapi en el municipio de Quilmes. En el conurbano de Rosario hay también un asentamiento muy importante, con pobladores llegados especialmente de Quitilipi.

 Los asentados en comunidades rurales continúan con las prácticas tradicionales de caza, recolección, pesca y agricultura (algodón, maíz, mandioca, porotos), cultivan la tierra en pequeñas parcelas, son peones temporarios en los algodonales, obrajes, aserraderos, hornos de ladrillos y carbón o empleados municipales en los pueblos. El chamanismo toba (foto), a cargo de los llamados "piogonak”, sigue vigente, y es tan fuerte su presencia como pocos son los médicos y/o enfermeros que llegan hasta las comunidades.

 Los mocovíes (foto) pertenecen al grupo guaycurú, junto con los toba y pilagá. Viven en el norte y centro de la provincia de Santa Fe y sur de Chaco. No poseen tierras. Ocupan caminos abandonados, en campos trabajando como peones, y en los barrios periféricos de las ciudades. La pérdida de la tierra trajo aparejado la destrucción de su antigua organización, aunque en la actualidad se están rearmando en ambas provincias. Las principales comunidades mocovíes santafesinas son las de San Javier, Máximo Paz, Tostado, Berna, Recreo y Marcelino Escalada. En el Chaco uno de los principales asentamientos es el de Colonia Pastoril. Está situada a pocos kilómetros al sur de Villa Ángela, a la vera de la ruta Nº 95. Ahí viven familias de muy humilde condición, dedicadas a la agricultura y alfarería. Tienen un centro social y una escuela, en donde se implementa el proyecto de educación bilingüe para mantener la tradición. A pesar de la aculturación, muchos conservan el idioma, y actualmente hay un fuerte movimiento de recuperación cultural. Sin embargo, desde la Universidad Nacional del Litoral (UNL) dieron su sentencia: el idioma mocoví podría desaparecer si nadie hace nada para evitarlo. Así gran parte de su cultura moriría junto con su lengua, y con eso parte de la historia de la región. Para evitarlo, un grupo de investigadores se propuso indagar en las raíces de una de las variantes del mocoví y buscar aquello que hace de éste un idioma diferente.

 La etnia pilagá cuenta en el presente con cerca de 5 mil personas. Sólo quedan 18 comunidades en el centro de la provincia de Formosa, en donde han comenzado un proceso de organización para la recuperación de tierras. Varias de ellas tienen el título de propiedad, algunas están alambrando para delimitar el terreno y hacer respetar sus derechos. Viven de sus trabajos como hacheros, cosecheros y del trueque o venta de sus artesanías. Las comunidades que ya tienen la seguridad de la tierra han comenzado un proceso de ocupación efectiva de las mismas a través del desarrollo de diferentes alternativas económico-productivas: agricultura, ganadería mayor y menor. Hablan su lengua, y en algunas escuelas se están instrumentando experiencias de educación bilingüe y bicultural. Las agrupaciones pilagá limitadamente autónomas son: Pozo Navagán, Pozo de los Chanchos, Campo del cielo, El descanso, Colonia Ensanche Ibarreta, todas ellas en el departamento Patiño; y Pozo Molina, en el departamento Bermejo. Una de las más importantes es la del Barrio Qompi, en Pozo del Tigre, próximo a Las Lomitas. En cercanías de Pozo del Tigre en 1947 se produjo lo que se conoce como la “Matanza de Rincón Bomba”, en la que fueron asesinados impunemente por tropas de Gendarmería Nacional no menos de 500 aborígenes pilagá. La excusa esgrimida entonces por las autoridades, es que el empleo de las armas se debió que los indefensos nativos estaban preparando una “sublevación” contra las autoridades y la población civil de Las Lomitas.

 Existen unos 21.000 Chiriguanos y 1400 Chanés (foto), aproximadamente en Argentina. Ambos son de origen amazónico. Los primeros guaraní y los segundos arawuak. Viven en las provincias de Salta y Jujuy. En una época lejana los Chiriguanos sometieron a los Chané. Actualmente se toman a ambos grupos como una comunidad cultural, aunque se distinguen entre sí por la lengua y porque ocupan aldeas distintas. En los alrededores de Tartagal, Salta, pueden verse aborígenes de las etnias Chulupi, Guaraní, Tapiete, Chorote y Toba. En esta ciudad todavía quedan secuelas de la crisis que estalló con el derrumbe del puente sobre el río Seco en el último día de 2005. La ciudad quedó aislada del resto de la provincia y escasearon los alimentos. Los pobladores sufrieron casos de paludismo, dengue y hantavirus

 En Jujuy se encuentra Hornaditas, a 17 kilómetros de Humahuaca, un caserío de cerca de cincuenta familias que con los habitantes de los cerros ronda las 100 personas. Esta comunidad rescata sus raíces kolla y las ofrece a los viajeros que recorren la Quebrada, compartiendo sus fiestas, bailando y entonando coplas de agradecimiento y homenajes al churqui y al cardón, dos especies de la zona. “Estamos para hacer conocer todo lo que tenemos en casa, en nuestro lugar”, asegura Severiano Lamas (foto), reconocido dirigente kolla que preside actualmente el Foro de Turismo Indígena del NOA. Y parte de ese todo incluye la sabiduría y el respeto a la Pachamama, fiesta popular sagrada tanto como la madre tierra, que siempre se realiza antes del inicio del Carnaval grande de la Quebrada. A partir de allí, el colorido y los sonidos acompañan las ofrendas donde no falta la chicha, el maíz, la cerveza y el tabaco, ni la presencia de todos los caciques de Humahuaca con sus veinticinco comunidades.

 Cerca de Hornaditas se encuentra Sapagua, donde los lugareños señalan que tienen la única “apacheta”, un sitio donde sus abuelos compartían el descanso, coqueaban y continuaban el viaje. En esa zona, el Cerro Chita y el San Juan Cumbre confluyen en un corte llamado Abra Lucharana, tierra de luchas, dioses y muertos con vasijas repletas de comida para su largo viaje. Ahí, relatan los pobladores, sus antepasados enfrentaron la furia del último español. En abril, los turistas pueden realizar una travesía de 120 kilómetros, que une Hornaditas y las Salinas Grandes (foto), recreando la vieja ruta de la sal transitada por los kolla. La propuesta apunta a rescatar y revitalizar una antigua tradición de la cultura nativa, pero también a generar una fuente de ingresos a través del turismo. En algunos tramos la ruta asciende a los 4 mil metros de altura, entre angostos senderitos donde la quebrada es el eje natural que divide las salinas del intrincado paisaje de yungas. El viaje tarda cuatro días, pero se justifica por la bienvenida y la cálida compañía que brindan los kolla salineros, descendientes de aquellos que a principios del siglo pasado trabajaron en la explotación de la sal, cuando se asistía a la primera contienda guerra mundial.

 Los wichis (llamados en forma despectiva matacos), junto con los chulupíes y los chorotes forman la familia de los Mataco-Mataguayo. Aculturizados de sus orígenes, toman elementos de las comunidades con las que interactúan, y las incorporan a su propio folklore (foto). Debido a que sus primeros contactos fueron con miembros de la Iglesia Evangélica Asamblea de Dios de Noruega, es que parte de su idioma también posea vocablos de esta lengua. A partir de la adopción del Cristianismo Evangélico como su religión, comienzan a llamarse Wichis. Es pueblo del monte, aunque hoy ocupan las periferias de diversos poblados o tierras marginales, ya que sus montes han sido deteriorados debido a la tala indiscriminada de árboles y a la instalación de petroleras que ocasionan la pérdida de la fauna autóctona. Viven en comunidades con líderes tradicionales, elegidos por la comunidad. Comparten con otras etnias el resurgimiento de la organización de la lucha por al tierra y participan con sus representantes en el espacio reconocido por las leyes del aborigen. Las comunidades se distribuyen en las llamadas “misiones”, formadas por distintos números de familias. La mayoría se encuentra en el Departamento de San Martín, en la provincia de Salta. Entre ellas está la de Fortín Dragones, formada por un conjunto de más de 90 familias, con un promedio de vida de 50 años, debido a la mala alimentación, carencia de recursos y falta de medicamentos. Tienen también un alto índice de mortalidad infantil por enfermedades propias de la desnutrición y por epidemias. A 30 km está ubicada la misión Hickmann, un Municipio que ha sido noticia en estos días porque el consorcio formado por la petrolera Tecpetrol y Petrobras Energía proyecta invertir 18,7 millones de dólares en los próximos cuatro años exclusivamente para trabajos exploratorios. Las viviendas son chozas hechas con ramas y nylon negro. Sus costumbres son nómades, muchas familias se trasladan constantemente en el monte, en busca de comida o leña para vender en el pueblo. Esta es una sus formas de subsistencia. La otra y fundamental es la creación de artesanías con fibras vegetales, especialmente con hilos de hojas de Yaguar: las famosas yicas, bolsas y adornos con elementos de la naturaleza y figuras de animales del monte.

 La deforestación provoca la desaparición de los animales del monte, importante fuente de alimentación para el aborigen. Las empresas no consideran el desastre ecológico que provocan sus trabajos en la zona. Cuando el río Bermejo (foto) crece, en la misión Media Luna sus habitantes pierden todo, hasta sus vidas, a causa de las inundaciones, que traen cólera, y enfermedades por contaminación cuando el río baja y quedan las aguas estancadas. El agua es imposible de beber, y los peces imposibles de comer y vender. Una de las comunidades wichi más importantes en número es la de la localidad de La Unión. Está ubicada a 330 km de la capital de Salta, y a 180 km de la ciudad de San Ramón de la Nueva Orán. La vía de acceso al departamento Rivadavia Banda Sur es la ruta provincial N° 13 que desde la Estrella comunica al municipio con el resto de la Provincia a través de 144 kms de camino no pavimentado. Rivadavia Banda Sur se encuentra al sur del río Bermejo. En la vida cotidiana de las comunidades esto llega a ser dramático en la época de lluvias, y ventajoso en la época seca, ya que en la primera, la zona se transforma en una inmensa sábana de agua, que aísla completamente a las comunidades que están cerca del río (entre 5 a 10 km. del márgen del cauce en invierno). En la época seca éstos grupos tienen mejor acceso al agua y diversifican más sus actividades ya que la afluencia de pescadores genera un mercado para servicios que ofrecen (guías,pesca, caza)

 En Tucumán, a 165 km de la capital, se encuentra Amaicha del Valle (foto), localidad caracterizada por su buen clima y sus ancestrales tradiciones indígenas y cultos a la Madre Tierra. Aquí vive una comunidad indígena que conserva aún la cultura diaguita, transmitida de generación en generación. Sus pobladores son verdaderos artesanos, fabricantes de piezas únicas, un arte que es una muestra pura de sus raíces. La zona es famosa por la producción de exquisitos vinos caseros, alfajores, turrones y quesillos. Al igual que los kollas, la celebración de la Pachamama es el acontecimiento mayor de la comunidad de Amaicha. Significa pedir ayuda y protección a la madre tierra para lograr realizar todo cuanto se proponen hacer, pero también se agradece por todos los favores alcanzados.

 De los pueblos menos conocidos, se destaca el de los Tonocoté (foto) (“hombre colorado” en su lengua originaria) una rama de la familia Arawak. Son sedentarios y habitan la región comprendida por los llanos cercanos a la ciudad de Santiago del Estero. Según el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (Inai) residen 13 comunidades originarias en esta Provincia. Diez de ellas están ubicadas en el departamento San Martín, entre las que se destacan la de Majada Sud y Alazampa. Se desconoce la cantidad total de la población indígena de Santiago, aunque hay estimaciones que permiten cuantificar a estas en 3.000 a 4.00 habitantes.

Cada provincia argentina tiene un rincón en el que todavía corre sangre de los pueblos originarios. Descubrirlos es el desafío de cada uno de los que queremos conocer nuestra tierra. Culturas milenarias nos esperan para enseñarnos otra manera de vivir.

“La autenticidad buscada por muchos peregrinos no es la dudosa originalidad de unas piedras o un baile, sino la experiencia singular de asombrarse ante lo diferente o lo impensado”

La encuesta nacional está disponible en el sitio web del INDEC

Hasta el próximo número!


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