Termas precolombinas en Jujuy
A solo 19 kilómetros de la capital provincial, un paisaje de montaña y río junto con los baños termales de la época precolombina
En tiempos precolombinos visitantes de tribus indígenas en el noroeste argentino regenteadas por los incas, presididas por el Curaca, jefe de las tribus, bajaban desde el departamento de Cochinoca a 150 kilómetros aproximadamente. El fin era bañarse en las aguas sagradas, valiéndose de la red caminera, Camino del Inca, para lograr bienestar para el cuerpo. Posteriormente, fueron los conquistadores españoles cuando arribaron a la zona, que la tomaron como referencia y la bautizaron con el nombre de Termas de Reyes.
Además de las aguas termales, los viajeros buscan disfrutar de la imponente vista de las montañas, y por qué no, una cena en un hotel que al verlo da la impresión de ser un castillo. Y además, el horizonte de los valles de altura, revestidos por su coraza verde bordeando el río.
Durante el camino, el aire aparenta ser más puro, ideal para disfrutar del paisaje de bosques. Allí el único ruido que asoma es el de las aguas.
Al continuar por la ruta se multiplican los carteles de cercanía a la Quebrada Termal, que está 710 metros más adelante. Ya en el lugar se puede apreciar un puente y el arroyo Aguas Calientes.
Los baños de inmersión disponibles tienen aguas que están entre los 43° y 44° C, recomendados para la artritis, el reumatismo y la mala circulación de sangre. Las piletas compartidas, en cambio, entre 38° y 40° C.
La mejor época para visitar es durante septiembre, octubre y noviembre. En verano hay mucha lluvia, sin embargo, en invierno son transitables los caminos. La postal de la nieve es visible, a veces, durante junio o julio, cuando se algodonan las copas de los árboles.
Además de los baños relajantes se puede hacer senderismo, caminata de alta montaña, avistamiento de aves y mountain bike.
La libertad en su máxima expresión y un aroma fresco se perciben en lo alto. A través de allí es posible seguir hacia un puente colgante a 6 kilómetros de distancia, a un mirador en las alturas donde se puede estacionar y a las Lagunas de Yala 18 kilómetros más adelante, unos espejos de agua de encanto singular.