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Colón Miércoles 1/8/2018

Colón, mucho más que termas.

Caminos rurales, paisaje, naturaleza, gastronomía local además de las características termas

Cercano y polifacético: Cólon es un destino ideal para una escapada o un fin de semana, largo o no. Y lo bueno es que uno llega pensando conocerlo -con las termas y los palmares en la mente- y descubre que tiene mucho más para ver y por hacer. Lo esencial se puede resumir en tres días. Resultan ser tres experiencias, más que tres circuitos: uno para recorrer los caminos rurales en busca de la historia, otro para disfrutar de los paisajes y la naturaleza y un tercero para dedicarse a las infaltables termas y la gastronomía local, incluyendo una degustación en una bodega.

Los 530 primeros colonos que remontaron el río Uruguay en 1857 se instalaron sobre tierras que les donó el General Urquiza. Así nació lo que se llamó durante mucho tiempo la colonie. Eran fincas diseminadas por las cuchillas y en torno a cuya capilla nació San José. El puerto de Colón fue creado más tarde.

"Y, como siempre ocurre, el puerto le robó protagonismo a la ciudad que tenía que servir", comenta Martín Medina, vocero del ente de turismo. Los primeros pobladores trajeron con ellos varios adelantos y abrieron camino para que más europeos se instalasen en Entre Ríos. Pero mejor que escuchar esta historia es verla de cerca.

La primera parada es en la Casa de la Administración, una construcción de piedra levantada en 1852 para servir de centro administrativo a la colonia. En la actualidad funciona un restaurante de campo y un zoo-granja que explota de visitantes los fines de semana.

En esta casa -dicen- vivía Alejo Peyret, el francés que administraba la colonia. Es un lugar muy importante porque entre estas paredes ocurrieron varias primicias nacionales. Se creó el primer registro civil y se hizo el primer voto secreto del país. Eran conceptos novedosos para aquellos tiempos, los traían los colonos. La casa es un museo en espera. Tiene muebles y objetos viejos (no todos son de Peyret). Los fines de semana, los dueños la hacen visitar de vez en cuando a quienes se lo piden.

El otro hito que dejaron los colonos en la comarca es un molino, en un predio vecino, entre San José y Colón. Es el famoso Molino Forclaz, un intento fallido de modernizar la producción de harina.

La maquinaria de madera y acero, en la torre y la casa lindera, es como una gran obra de la mecánica suiza, es uno de los lugares más visitados de la provincia. Para hacer revivir su historia, se organizan visitas teatralizadas con 20 artistas vestidos como hace 150 años. En verano se hacen también visitas nocturnas con candelabros para recrear lo que era vivir en el molino en aquellos tiempos".

Cerca de Villa Elisa está el negocio de campo Francou, otro lugar que retrotrae a la "época de los abuelos". Es una pulpería-almacén que abrió sus puertas en 1907 y sigue atendido por la misma familia. El negocio en sí mismo es un museo. Todos las tardes, algunos gauchos de las fincas vecinas vienen a jugar a las cartas, como recreando una obra de Molina Campos.

Colón es como una isla rodeada por el agua: está entre los arroyos de la Leche y Artalaz, y el majestuoso Uruguay. Cuando el nivel del río lo permite, se arman salidas en lancha para conocer las islas de arena en medio del lecho. Algunas están en territorio argentino y otras en el uruguayo "pero no hay problemas, mientras se cruce para pasar el día. Estas islas tienen arenas que no le envidian nada a las playas tropicales. Hay que cuidarse del agua, sin embargo: El río es muy potente y sus aguas no son tan tranquilas como parecen.

Además de playas, la costa del río es también el destino de una original salida. Es una excursión para buscar ágatas a orillas del Uruguay. En el camino de regreso a Colón se hace una parada en el local de Selva Gayol, que pasó años levantando piedras por la comarca y tiene una impresionante colección que atrae regularmente a científicos de todo el mundo. Es más un gabinete de curiosidades minerales que un museo. Y esto lo hace más interesante aún. Selva cuenta que "lo que se encuentra más comúnmente a orillas del Uruguay son jaspes y ágatas. Estamos sobre la colada de un volcán muy antiguo que hizo erupción hace millones de años y estaba al norte de Misiones".

En Molino Aventura, un predio cercano al Molino Forclaz, se puede desafiar las alturas y "caminar" en el aire. Este parque aéreo abrió hace poco más de un año y sigue todavía agregando nuevos juegos. Hay varios niveles de circuitos, puentes aéreos, una palestra de escalada, tirolesas y una torre para experimentar una caída libre de diez metros. Es el primer parque de este tipo en Entre Ríos.

Llegó el momento de conocer la estrella vegetal de la región, la palmera yatay. Saliendo de Colón y San José hacia el norte, las primeras ya aparecen en los campos. Originalmente cubrían toda la región y formaban el palmar natural más sureño del mundo. Los dos bolsones remanentes de este exótico bosque se encuentran en el Parque Nacional El Palmar y la Aurora del Palmar; un campo privado de 1.600 hectáreas de las cuales 1.100 están protegidas y forman parte de la red de áreas naturales custodiadas por Vida Silvestre.

Lo primero que viene a la mente para esta parte del programa es el complejo termal. Fue remodelado hace un par de años y -como los demás de la región- trata de conciliar su público tradicional que viene en busca de aguas curativas con el nuevo que pide diversión. Las termas de San José fueron de las primeras en aggiornarse con un par de toboganes y una pileta recreativa.

Villa Elisa, otro complejo vecino, llegó mucho más lejos y abrió una pileta de olas.

Colón no se quedó atrás y renovó sus instalaciones al abrir un área de juegos con agua. Lo único que le faltaba a la ciudad era un buen circuito gastronómico y poco a poco se está creando.

Ubicado en las afueras, al borde de la ruta que va en dirección al Puente internacional y la frontera con Uruguay, se encuentra la Bodega Vulliez Sermet. Jesús Vulliez, el descendiente de los fundadores, recuerda que "hasta los años 30 Entre Ríos era el cuarto productor de vino del país. Pero en 1936 una ley obligó a los productores a destruir sus vides para beneficiar a las bodegas cuyanas. Se prohibió plantar vides en Entre Ríos hasta 1998. Cuando se pudo de nuevo me lancé a la aventura de recrear la bodega original de los Vulliez. ".

El orgullo de Jesús es el sótano, bajo la casa histórica. Allí la temperatura es constante -18º C- todo el año, ideal para conservar y criar las botellas. "Todos los días organizamos un recorrido por la bodega. Y en época de vendimia, nuestros visitantes pueden participar en la cosecha de las uvas. Cultivamos tannat, que se adaptó bien. Pero también pinot meunier para producir vino espumante. En este momento llegamos a 80.000 litros por año. Y estoy agrandando la superficie plantada" confía Jesús.

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